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27 mayo 2013

Dejándome la piel

Al contrario que a Sabela, uno de mis momentos preferidos es cuando nos juntamos todos y empezamos a contar batallitas de cómo han ido los entrenamientos, las dudas que tenemos, etc. A mi personalmente me tranquiliza y hace que me sienta arropado. También es el momento del reencuentro, y para los que vivimos lejos de casa es un motivo más de alegría y por supuesto, de pasarlo bien, que es el principal sentido que tiene el hacer estas, como yo digo, “locuritas” de treintañero. Esta vez tuvimos la suerte de que fueron muchos los amigos que se acercaron a vernos y con los que compartimos el fin de semana. Algunos hacía tiempo que no los veía, por lo que la alegría fue doble, pero también la responsabilidad de hacerlo bien, cuanto menos terminar.
Ya el día de la carrera, después de desayunar el mollete de rigor nos fuimos al check-in del material ya montados en la bici. No sé por qué pero nada más montarme tuve la sensación de que iba a tener un día bueno, me sentía bien, no me dolía nada, estaba descansado y hacía una temperatura ideal. Así se lo dije a Juan, que no sabía cómo iría el resto, pero en la bici lo iba a dar todo. De camino vas pensando mentalmente si lo llevas todo, dónde te habrá tocado, si Úrsula habrá llegado ya, y según te acercas y empiezas a ver gente por los alrededores del circuito, empiezas a notar la tensión y los nervios.
Nada más llegar, me encuentro que un corredor se ha confundido y ha dejado la bici y todas las cosas en mi box. Se lo digo a la organización y se llevan la bici del otro a su sitio, lo que al parecer, después provocó una situación bastante divertida, pero en ese momento no me gustó nada, porque te queda la duda de qué hará este corredor cuando vea que sus cosas no están donde él las ha dejado, si cogerá tu bici o yo que sé qué se le puede pasar por la cabeza, así que sólo queda nadar más rápido que él y llegar antes a la transición…
Después del gran banquete que nos dimos cortesía de Ana y Manolo a base de arroz, pasta y demás hidratos que estaban todos riquísimos nos fuimos ya hacia el Alamillo. Nervios y más nervios… Estaba en marcha el segmento de bici de la distancia olímpica y a mi verlo me pone de los nervios, me activa, pero me pone de los nervios. Últimos abrazos, últimos ánimos de nuestros amigos, 2 minutos de calentamiento en el agua y comprobar que este año está congelada, últimos ánimos entre nosotros y empezamos. Nos vemos en meta.
La natación como siempre…un desastre. Empecé bien hasta la primera boya, donde empiezas a recibir codazos, patadas, golpes…en fin, lo que es un triatlón. Me abro un poco para quitarme del lío y a la mitad del segundo largo me doy cuenta de que estoy tan desorientado que estoy casi en la otra orilla del río. A nadar en diagonal y hacer 50 m. más de los que son…bien, Fran, bien… 18 minutos, no está tan mal para lo que yo soy.
Por fin salgo del agua. Llego a mi box y se disipan mis dudas, todo está en su sitio. Me pongo el casco, las gafas, el dorsal y a empezar a pedalear. Salgo con fuerza, me siento bien y me engancho a un grupo de 12 corredores que están ya en la 2ª vuelta y hago casi una vuelta entera con ellos a muy buen ritmo. Todo va bien, qué día más bueno. Termina la 1ª vuelta y empieza el caos en el punto donde unos van al box y otros siguen con la 2ª vuelta. Del grupo de 12 quedamos 5 y con el caos se me están yendo. Aprieto los dientes, tengo que cogerlos. Llegamos a la rotonda del Alamillo, en la curva los tengo que coger. Entro muy fuerte, demasiado, inclino la bici, arenilla, se me va la rueda delantera y Fran que se va suelo como piloto de motoGP. Dolor, quema, ay! pero no es dolor de huesos rotos. Mi primer pensamiento fue para Pyfano, los niños, la gente que hay detrás de este proyecto, los patrocinadores y que me tenía que levantar y terminar este triatlón como fuera. El 2º fue pensar, espero que la bici esté bien y pueda continuar. Alguien del público me ayudó a levantarme y me puso las manetas rectas mientras yo ponía la cadena en su sitio. Mis únicas palabras de agradecimiento fueron empújame que tengo que salir. Escuché sus risas. Debió pensar que el golpe me había afectado la cabeza y si por casualidad lee esto, decirle gracias! Nada más ponerme de nuevo en marcha Chuchi me alcanzó. Venía en un grupito, pero se quedó conmigo cuando vio que era yo el que había rodado por el suelo. Me sabe mal porque él también venía bastante bien, pero le agradezco enormemente que se quedara conmigo, que me echara agua en las heridas e hiciéramos los 10 km que quedaban juntos y a buen ritmo. El deporte también es esto. Corríamos por un objetivo y todos nos sacrificamos en algo por ese objetivo. Gracias Jesús.
Empezamos a correr, sólo quedan 5 km pero yo no voy bien, no encuentro el ritmo y me escuecen las heridas. Le digo a Chuchi que se vaya, que llegaré como pueda, me dice que no, hasta que a la cuarta vez entró en razón, me preguntó cómo iba, le dije que bien y se marchó. Intenté seguirlo, pero no pude, así que me limité a no perderlo de vista. En la 2ª vuelta me recuperé, aceleré el ritmo y al final no lo hice tan mal. Meta, orgullo, abrazos y misión cumplida. Me perdí la llegada del resto de compañeros porque fui a la ambulancia a curarme las heridas, así que ya sabéis, el año que viene tenemos que repetir porque quiero veros llegar. Yo prometo no caerme.
Después tocó celebrarlo con una cenita y una entrega de premios genial, como es ella, Sabela. Ella no corre, aunque todo se andará, pero su labor en el grupo es fundamental. Sin ella esto no sería posible. Guardo las medallas de chocolate a pesar de que el calor sevillano las quiera fundir.
Y desde aquí darle las gracias a Pyfano por su labor y las facilidades que nos han dado para que el proyecto saliera adelante, a todos los que os acercasteis a darnos ánimos, a todos los patrocinadores y sobre todo a mis compañeros de locura. A Juan y Chuchi por todas las cosas que compartimos y las que quedan por compartir, a Úrsula por su forma de ser, por su alegría contagiosa que no deja que nunca te vengas abajo, a Manolo por ser más que un amigo y a Ana, mi hermana salmantina en Sevilla por todo su apoyo incondicional. No se puede encontrar en el mundo mejores personas que vosotros.
Fran

05 mayo 2013

Un tio con suerte


Siempre me he considerado un tío con suerte. Lo digo porque afortunadamente estoy sano, mi familia también, no tengo grandes problemas en mi vida, me dedico a lo que me gusta y tengo gente alrededor que me quiere y me lo demuestra.
Tengo suerte y soy consciente de ello y es la razón por la que creo que siempre he sentido un pellizco en el corazón con los que no son tan afortunados.
Un accidente, una enfermedad, complicaciones económicas… son cosas de las que nadie estamos a salvo independientemente de su tipo de vida.

También soy optimista: cuando una lesión me impide salir a correr me borro cualquier lamento pensando que lo mío se pasará en un par de semanas pero que hay gente que nunca podrá calzarse unas zapatillas aunque quiera.
Todo esto es el germen de YO CORRO, TÚ DONAS.

Y soy un tío con suerte porque tengo unos amigos que me arropan y me acompañan. Este proyecto ha servido para juntar un poco de dinero y que se conozca la labor de Pyfano, pero también para que ocho amigos hayamos estado durante tres meses al pie del cañón con entrenamientos, preparaciones, una web, tocando puertas y generando ilusión.

En unas horas pondremos nuestras cabezas y cuentas en orden y os contaremos con detalles cómo fue la carrera. Ahora hay que descansar y reponernos que mañana es lunes y bay que trabajar.

Doy gracias a la gente que nos ha patrocinado, a los que nos han ayudado a dar a conocer esta locura y a los que nos han felicitado por intentar hacer del mundo un lugar un poquito mejor.
Pero sobre todo doy las gracias a Ana, Sabela, Úrsula, Manolo, José Luis, Fran y Juan porque me han regalado su bien más preciado: su tiempo.

Jesús.